Club de Lectura Mastodóntica, edición número 74
Hola a todos, damos commienzo a la septuagésimocuarta edición de nuestro Club, para la cual nos propusimos comenzar a leer la novela
- "El último hombre", de Mary Shelley
Como siempre, les pido que usen la etiqueta #LecturaMastodontica para que no se pierdan los toots. Sean todos bienvenidos.
Habíamos leído antes a Mary Shelley, en su célebre novela "Frankenstein" y en el cuento corto "El mortal inmortal".
Debo decir que me sorprende muy gratamente esta escritora, que se percibe profundamente inteligente y sensible, y que escribe con ese característico estilo decimonónico tan agradable y alieno.
Lo que yo saco de estos relatos es, como siempre resalto, que en realidad el mundo no ha cambiado tanto. Leemos a Mary Shelley y entendemos perfectamente a qué se refiere en cada una de sus ideas, a pesar de que han pasado 200 años desde que se publicó la novela.
Uno siente que podría pasar una tarde en un bar con cualquiera de estos autores, y que sólo resultaría extraño el momento de pagar por tres cafés lo mismo que ellos pagaban por una casa.
Esta novela nos demuestra, una vez más, que el cambio en el mundo durante los últimos 200 años no fue ni moral ni social, a pesar de que en nuestra vanidad y autocomplacencia insistimos en esa idea.
Las nociones del bien y el mal, de lo moral y lo inmoral, de lo bello y lo horrible, de lo justo y lo despreciable, son para Mary Shelley las mismas que para cualquiera de nosotros.
Y sin embargo, a la vez impresiona cómo imaginaba Mary en 1826 el mundo de 2076, más de 2050 años después, sin grandes cambios políticos ni tecnológicos, más allá de un tímido fin de la monarquía en poco diferente del interregno de Cromwell casi dos siglos antes.
Yo creo que esto demuestra, una vez más, que el mundo no ha cambiado más de lo que resulta inevitable por el crecimiento poblacional y el avance tecnológico.
Las personas no son más libres, ni sus vidas son más plenas ni más felices, porque hayamos avanzado como sociedad en la constitución de libertades y derechos, sino porque tenemos cirugías, fertilizantes, antibióticos y vacunas.
Si cualquiera de estas cosas desapareciera, el mundo volvería a parecerse al del siglo XIX, la vida de los pobres sería más triste solo porque la de los ricos empeoraría menos.
Tal vez deberían ayudarnos estas lecturas a sacarnos de la cabeza la propaganda que las élites vierten sobre nosotros (a la que Mary de hecho se refiere en la novela) para entender que esas élites no han mejorado el mundo ni un ápice en los 200 años que pasaron.
En lo que el mundo sí es diferente es en el ritmo del avance tecnológico.
Vivimos una era en donde sabemos que vamos a envejecer en un mundo muy diferente de aquél en el que crecimos.
Este mundo ya está lleno de cosas que no entendemos, a quienes crecimos sin internet nos cuesta adaptarnos a la vida online, e incluso quienes son nativos digitales ya están siendo superados por tecnologías como la realidad virtual y la telepresencia, que darán forma a las relacionas humanas en las próximas décadas.
Y en cambio, a Mary no se le ocurrió pensar que se iba a llegar desde Windsor a Escocia en pocos menos de una hora, o que la mayor parte de la población humana viviría en ciudades.
Y si no lo pensó no fue por lerda, sino porque ella vivía en un mundo que era esencialmente el mismo que el de sus abuelos.
Cierro con esto:
Tal vez sea se vértigo del cambio tecnológico lo que nos hace creer que hay algún tipo de evolución social, cuando claramente no es así.
Nuestros abuelos sentían, vivían, y pensaban, más o menos como nosotros. Hoy nos sentimos más libres porque la tecnología nos permite opciones que antes no teníamos.
Por ejemplo, nos congratulamos porque una mujer puede elegir si casarse o dedicar su vida a sus intereses, felices de haber logrado una mejora en nuestras actitudes. Pero a esa idea le falta un detalle: si una mujer del siglo XIX hubiera decidido hacer eso, hubiera debido ser célibe, porque no había anticonceptivos. Nos resuena que se hablara de amor platónico entre jóvenes como Perdita y Raymond, y de matrimonio de una chica de 17 años como Idris, cuando no tenían otra opción que la maternidad o la virginidad.
Nos sentimos orgullosos de que los jóvenes tengan opciones, no notando que estas aparecen porque existe una etapa posterior de la vida, la madurez, a la que hace 200 años pocos llegaban.
@SeverianX Slavoj Žižek dice que a la literatura y al cine le resulta mucho más fácil imaginar el fin del mundo (un cometa, una invasión extraterrestre, una guerra), que imaginar el fin del capitalismo.
Y es cierto, de "Alien, el octavo pasajero" para acá, no recuerdo una película o serie (salvo Star Trek tal vez) que describa otra cosa que una distopía capitalista
#LecturaMastodontica