Resulta que han pasado (sólo) cinco años de la pandemia... Me ha sorprendido ver lo olvidada que la tenía. Y los recuerdos que me han vuelto con esto de las conmemoraciones, lo lejanos que me parecen. Veo claramente el acierto de Ortega y Gasset al decir que somos ante todo futurición, que estamos volcados hacia adelante como los atletas en los tacos de salida, la vista puesta en la meta, aunque gustamos tanto del uso melancólico del pasado como autobombo, como nostalgia o como justificación.
Pero sí, al final han venido muchos recuerdos: la pizza al horno mientras alguien daba por el patio un concierto de violín, la primera mascarilla hecha con un papel de cocina y una gomita, la búsqueda diaria de datos en el mapamundi de la universidad Hopkins, el tenso dramatismo en el supermercado, el ambiente como bélico de las calles vistas a través del vaho en las gafas que causaba la dichosa mascarilla... Y ante todo, la suerte de haberlo vivido sin problemas materiales y en compañía de un ser querido.
Ahora me ha impresionado grandemente sentir que, mientras yo generaba aquellas imágenes, aquellas experiencias nada traumáticas, miles de personas sufrían y morían realmente, trágicamente. Sí, doy gracias por la buena fortuna, pero también me golpea la conciencia aterradora de que la muerte viene a rozarnos, así de pronto, sin preaviso y, en un cara o cruz, pasa o aplasta nuestra total fragilidad. La misma sensación, por cierto, que tuve el día de la DANA... (sigue)