La Canción ya habla de ellos en acordes que se remontan varios milenios atrás.
Pequeños seres que se deslizan por la superficie del Pacífico, precariamente aferrados a restos flotantes, cuya deriva dirigen usando el viento de maneras ingeniosas. Estrofas apenas menos antiguas refieren que, de algún modo entonces incomprensible, logran navegar la inmensidad, saltando de isla en isla a través de distancias cada vez mayores. Algún hermano de ese pasado ya lejano aventura en sus versos una hipótesis. Dicen que, en la total ausencia de ecos que llena la nada por encima del agua, podrían navegar siguiendo las "estrellas", esos pequeños puntos que se ven en lo alto durante los saltos nocturnos. Los cantos de los hermanos que nadan junto a ellos afirman que estos extraños animales también cantan, en la levedad del aire, su propia canción que les ayuda a recorrer los mares.
Las elucubraciones sobre los "deslizadores" cubren miles de años de acordes de la Canción. Durante todo ese tiempo, estos pequeños seres de la superficie sólo son agresivos con el Pueblo cuando lo requiere su necesidad, como los tiburones o las orcas. Hasta que, trescientos años atrás, los tonos se vuelven estridentes y llenos de horror. Sin una razón aparente, han comenzado a matarnos de manera masiva. Los ecos provienen de todos los mares, deslizadores montados en sus troncos flotantes, nos persiguen y nos cazan atravezándonos con púas frías y afiladas. La Canción de esos años es un solo grito lleno de miedo y dolor.
Cuando la matanza cesa, el Pueblo ha sido diezmado. Las voces que pueblan la Canción son ralas, vacías, agotadas. Y no llegan a recuperarse antes de que otra angustia ensombrezca las estrofas: el Ruido.
Los deslizadores han reemplazado sus troncos por enormes leviatanes, construidos con el mismo material frío con el que hacían sus harpones. Montruos helados que llenan el mundo con sus horribles bramidos, ensordeciendo al Pueblo y enmascarando la Canción. Los mares quedan aislados, los hermanos están solos, ya no se escuchan entre sí y nadan en pequeños grupos mientras la Canción se disgrega. Y luego eso también termina.
Las estrofas que describen el Derrumbe son grandiosas, épicas, y terribles. Un gigantesco estruendo que recorre los siete mares, un enorme tsunami del que no hay precedentes, los hermanos dispersados, perdidos al ser arrojados sobre los continentes, ahogados al no poder encontrar la superficie. Luego la calma, el Ruido ha cesado, los deslizadores han desaparecido. Los hermanos cantan que la enorme cueva antártica bajo la cual temían nadar, se ha quebrado. Miles de toneladas de hielo se han sumergido en el mar, cuyo nivel ha subido varios cuerpos y dejando bajo el agua buena parte de los continentes.
La Canción vuelve a crecer, las voces se suman y se vuelven a escuchar entre hermanos lejanos. Nadamos an medio de las montañas artificiales que habían construído los deslizadores, ahora sumergidas, extrañamente rectilíneas y poco armoniosas. Cantamos acerca de los restos de su civilización, sumergida en los mares cuyas orillas orlaba. El Pueblo revive y canta la tristeza de una raza colapsada.
En las estrofas más recientes, oímos que los deslizadores vuelven a surcar los mares, a lo largo de las nuevas costas, de nuevo montados sobre pedazos de madera. Algunos hermanos oscurecen la música, sugiriendo que deberíamos aprovechar su fragilidad para voltear sus troncos y arrojarlos al agua, en la que no pueden nadar por mucho tiempo. Pero por suerte la Canción es elocuente, y vemos en ella que el matar no forma parte de la identidad del Pueblo.
Los versos más afinados dicen que lo que destruyó a los deslizadores fue el no tener una canción. El aire muy sutil y no permite que los tonos lleguen muy lejos. Lo que en sus inicios fue un canto que les ayudaba a navegar los mares, se transformó luego en una confusión de voces distintas y desentonadas. Los deslizadores crecieron en un mundo que los hermanos solo vivieron durante el Ruido, transformandose en una raza que no conocía su identidad ni su pasado.
Hoy el Pueblo se une en una Canción fuerte y bella, qué dice que para que los deslizadores no vuelvan a dañarnos y a destruirse a sí mismos, es nuestro deber enseñarles a Cantar.