A pesar de las limitaciones impuestas por las tres leyes, los robots de Asimov resultan ser seres dignos que pugnan por superarse, hacer lo que deben, y que por ello merecen respeto, siendo Susan Calvin la única persona que lo entiende completamente.
En este sentido, las historias de robots son tal vez una metáfora de nuestra relación con los animales.
Por otro lado, también explicitan lo que Asimov llama el "complejo de Frankenstein", el miedo del hombre a su propia creación.