Apareció como un joven luminoso. Sus ojos brillantes proyectaban una mirada infantil y vivaracha, clara señal de un alma inquieta. Era la presentación del carismático #SydBarret, cuarto hijo de una acomodada familia de la universitaria ciudad de Cambridge. Con sus variados recursos artísticos se convirtió en uno de los íconos de la naciente psicodelia inglesa de mediados de los 60´. Todo parecía dirigirse por los carriles correctos hasta que junto a sus compañeros de #PinkFloyd llegaron al éxito por el que sentía un rechazo visceral. Y el LSD. Ambos se sumarían a la afectada mente del joven colapsado emocionalmente y, tal vez, destinado a la misma esquizofrenia que padecía su padre fallecido de cáncer cuando el diamante loco contaba con solo 16 años. Gradualmente ese innato fulgor se fue opacando, sus ocurrencias se convirtieron en erráticas declaraciones y los fundamentales aportes que hacía para la banda (cantante, guitarrista y principal compositor) entraron en una inquietante e imprevisible nebulosa
- ¿Pasamos a buscar a Syd?
–No, no vale la pena
Suena cruel e injusto pero la situación ya era de no retorno. Y así entró paulatina pero irreversiblemente en un ostracismo que se volvería mito. Aislado del mundo a las afueras de su ciudad natal, desarrolló la pintura (su verdadera pasión) y la jardinería. Hasta que un día como el de hoy, pero del año 2006, la muerte, que lo acechaba desde su reclusión, lo tomó para llevárselo, aunque él, desde su profundo silencio, parecía haberla aventajado
#EfemeridesRock